Assumpta Canals, escritora y docente con mucho que contar.
- by MundoArti
- 20/12/2023
Háblanos un poco de ti, algunas experiencias, algún recuerdo entrañable, tus gustos…
Mi vida es muy sencilla, quizás demasiado sencilla, en el sentido de lo que se entiende tradicionalmente por una vida ilustre o de grandes aventuras. Nací en un pueblo cerca de Barcelona y no muy lejos de Montserrat, rodeada de bosques, campos preciosos con frutales excelentes y dorados prados de trigo. Al bajar del monte, al atardecer se tenía una visión de todo ello, que nunca se repetirá (puesto que ahora, en su lugar, hay fábricas) con el río plateado y lleno de luces al fondo, atravesado por un puente de madera colgante, a lo Indiana Jones y, por los lados del camino, al terminar el bosque se veían huertos y el canal que mirábamos embelesados de niños, al mismo tiempo que le tirábamos piedras que nunca llegaban muy lejos, aunque nos hubiera gustado.
A los atractivos naturales se unían gran cantidad de fuentes limpias y cristalinas que hacían sanar sólo de beber en ellas mientras se escuchaba su relajante murmullo. No en vano familias de Barcelona (les llamábamos los veraneantes) construían aquí sus bonitas casas y torres para pasar el verano en este lugar tan puro.
Era un pueblo tan saludable que albergaba un sanatorio para que niños que ya habían superado la tuberculosis, pudieran recuperarse y sanar del todo, a la par que fortalecerse. A veces los chiquillos del pueblo los visitábamos para ver sus rostros blanquecinos, recostados en sus camitas tras unos cristales donde el sol chocaba. Algunos de ellos yacían adormilados, mientras otros nos miraban como si fuésemos fantasmas y fuésemos nosotros los observados, creo que había algunos huérfanos también, las monjas se desvivían por cuidarlos, nosotros nos sentíamos afortunados por no pertenecer al mundo de ellos que veíamos como a parte del mundo real. Tan grande era la distancia que separaba a los unos de los otros en aquella época. Unos años más tarde se convirtió en una residencia y los niños venían a las colonias que montábamos unos jóvenes del pueblo, con lo cual convivíamos y disfrutábamos juntos, pues pasar unos días en la naturaleza significaban una liberación y un potente aprendizaje para ambos.
La mayoría de nosotros aparte de ir a la escuela ayudábamos en las tiendas, en las tareas de la casa y del campo. Concretamente mis padres que trabajaban de payeses, nos hacían regresar a casa en carro y caballo al atardecer, cosa inolvidable cuando eres un niño. Luego construyeron una fábrica de hielo, cuando aún no había muchas neveras eléctricas, los trozos de hielo pesaban “una barbaridad” para un niño y meterlos en un cubo era toda una odisea.
En mi pueblo se podría decir que éramos alrededor de 1000 y pico de habitantes mientras que, actualmente, nos acercamos a los 28.000. Por descontado todos los trabajos eran bastante arduos, aunque también muy agradecidos y todo el mundo sentíamos ilusión y nos preparábamos para las fiestas, como la Fiesta Mayor con su tómbola dónde nunca te tocaban los regalos más ansiados. Un día me perdí en ella y descubrí la angustia de no tener familia, aunque sólo fuese por un rato, ya que en seguida unas personas se dieron cuenta y me devolvieron junto a los míos.
La romería de Montserrat era lo más, contábamos los días que faltaban e imaginábamos la maravillosa libertad de movimientos y las divinas excursiones que nos esperaban, los celestiales cantos de los monaguillos, el beso al camerino de la Virgen, sin exceptuar a los aéreos y funiculares que nos volvían locos. Dicen que tiene algo mágico esta montaña, sus atractivos impiden que se aburran niños y mayores. Por otro lado, hay una energía que te envuelve y acaricia.
Nunca antes había contado esto, tampoco es que le dé mucha importancia, una noche yo y otros niños jugábamos alegremente por las plazas del monasterio, miré el cielo repleto de estrellas y sentí una sensación de libertad y felicidad prácticamente perfectas. Estas experiencias no se repiten a menudo, todo funciona de maravilla, no se desea nada, se tiene todo, el mal es inexistente, quizás por la sencilla razón de que no se es muy consciente de él a esa edad.
Los domingos íbamos al cine parroquial sin falta, qué decepción cuando decretaron que algunas películas no eran aptas y teníamos que irnos antes que los mayores, sabía que me perdía lo mejor. La primera lección de filosofía y de relativismo fue allí, cada semana le preguntaba a mi padre quienes eran los buenos y quienes los malos de la película, hasta que un día (me debió ver más mayor o estaría harto de la misma pregunta) me dijo que no es que haya buenos y malos, que todo depende, no sé si lo entendí, pero me di por satisfecha y no lo volví a preguntar, me había dado cuenta que las cosas se pueden mirar desde otras perspectivas, vamos relativismo en estado puro.
Por lo que respecta a los días navideños sólo tengo buenos recuerdos, en cada casa se hacía un Pesebre, una auténtica obra de arte y asistíamos al espectáculo de “Els Pastorets”.
Había otras fiestas y bailes en el Casino del pueblo, dónde descubrí la coca cola en el teatro de marionetas, por mis adentros pensé: ¿cómo puede ser bueno un líquido tan negro? pero me gustó en seguida. Aunque los placeres no eran la máxima aspiración por aquel entonces, pues el trabajo continuo y honrado era el máximo valor.
A nivel particular, otro rasgo a destacar es el amor casi excesivo que hemos tenido por los animales en mi casa, pues cuando un animal ha entrado en ella es uno más de la familia. Tal vez esto haya influido en que yo no creo en las jerarquías, ni de unas personas sobre otras, ni de unas especies sobre otras especies. Pienso que el sentirse sobre cualquier cosa otorga como un derecho de posesión indebida con el que no estoy en absoluto de acuerdo. Prefiero llenar mi vida con los libros, el estudio, los espectáculos de todo tipo, los viajes, la compañía de familiares, amigos y el gusto por conocer a personas que puedan enseñarme algo, junto al hecho de gozar de experiencias enriquecedoras.
Mi principal debilidad es el mar que me ha salido muy caro pues no me conformo con ir un día, me gusta y “necesito” estar junto a él algunas temporadas. Aparte de su belleza que ya no hace falta ni nombrar, ofrece cierta distancia de la vida cotidiana que ayuda a “limpiar” la mente, sobre todo al bañarse en él y la sensación que queda en el cuerpo después, para mi es un balneario natural y luego apetece mucho más, leer y escribir. Claro está que, aunque menos, también me gusta la montaña, sobre todo contemplar los valles, las sierras, los ríos o los pantanos desde las alturas. En realidad, en ambos casos la vida contemplativa me va.
Ya para ir terminando, una de las cosas que valoro mucho es descubrir el propio talento, desarrollarlo y, a poder ser, ayudar a otros a descubrir el suyo también. Me parece que hay que ser cuidadoso con lo que se dice, puesto que el hecho de criticar negativa o despreciativamente a alguien cuando está empezando a crear puede hacer que lo deje por completo, lo cual es una lástima, al no poder saber lo que habría podido dar de sí, además que con toda probabilidad puede sentirse insatisfecho o descontento de por vida. Así pues, pienso que cada persona tiene un talento innato que debería descubrir.
En lo referente a los estudios he de decir que me hubiera gustado dedicarme sólo a ellos, pero no pudo ser, tuve que trabajar por las mañanas y hacer la carrera de filosofía, partiendo los cursos por las tardes. Luego empecé un doctorado sobre María Zambrano y, aunque aprobé con buena nota los créditos, además de obtener el título de suficiencia investigadora, lamentablemente, no terminé por el hecho de que al ser profesora interina me tenía que desplazar continuamente y no encontré el tiempo suficiente para centrarme en un trabajo de investigación de esta envergadura. Ahora bien, he leído varios libros sobre esta filósofa malagueña que recomiendo y me he documentado sobre su vida, por cierto, interesantísima.
Después he dedicado largos años a la enseñanza en institutos de secundaria, dónde he impartido, sobre todo, clases de filosofía en el bachillerato más cuatro años en los que hice de psicopedagoga.
También he hecho varios cursos, por ejemplo, uno muy interesante sobre mediación escolar. Luego he participado en varios congresos de filosofía, conferencias, exposiciones, etcétera. Aunque siempre he ido escribiendo, el gusto por la escritura lo descubrí tarde y cada vez me voy dedicando más a ello. Aprovecho para dar gracias de lo aportado, tanto a nivel cultural como humano, por todos los profesores y profesoras a lo largo de mi vida.
Para finalizar, me gustaría subrayar que, aunque lo entiendo, no comparto la obsesión por la seguridad en menoscabo de algo de aventura en cualquier instancia. Cuando en el pueblo hace muchos años creamos un grupo d’Esplai i colonias, alquilábamos casas en lugares maravillosos, teníamos que hacernos a veces las letrinas y atravesar las vacas del prado de noche, para acudir a los deseados lavabos. También traíamos el agua de una fuente, atravesando un camino de ensueño y mil cosas más, como la convivencia y las actividades de todo tipo que realizábamos. La intensidad de esta experiencia no se puede comparar en nada a todo lo moderno, aún ahora, ya de mayores algunos de los niños y niñas asistentes a las colonias nos han dicho lo mucho que les marcaron y para quién piense que los valores no son primordiales, creo que allí, en plena naturaleza, muchos de nosotros y de ellos los adquirimos y reforzamos. Con esto hago un humilde llamamiento a apostar por algo más de “riesgo y de aventura”, fundamental para los niños y jóvenes.
¿Qué especialidad trabajas? Relato corto, novela, poesía…
No sé si llamarle especialidad porqué escribo espontáneamente, corrijo poco, no por pereza, sino más bien para respetar la fluidez natural de las cosas cuando parecen manifestarse en forma de pensamientos. Es decir, dejo que lo que acontece, sea lo que sea, me hable libremente, suelo escribir si siento una llamada, inspiración o como un cierto alejamiento de lo cotidiano. Si he de ser sincera considero el acto de escribir algo mágico, misterioso, entre otras cosas porqué me da la sensación de ir detrás de algo que a la vez que desea mostrarse, también desea esconderse. Esta característica es una de las cosas que me seducen de la escritura o del arte que, de alguna manera, nos pone a prueba y nos hace más humildes por la sencilla e inalcanzable pretensión de tratar de expresar o comprender lo ilimitado con unos signos o, herramientas en el caso, tanto de la escritura como del arte, limitados. Dicho sea de paso, intuyo a la poesía y a la imaginación, indispensables para “reproducir y abordar” la complejidad de lo existente.
Resultado de esta percepción mía es una serie de pequeñas narraciones parecidas a poemas, algunos relatos cortos un poco poetizados y algún diálogo.
En realidad, siento mis escritos como evocaciones o minúsculos ensayos de lo que me transmite el mundo, en general, y como me considero una persona un tanto divertida diría que hay cierta amenidad y originalidad en lo que trato de expresar, entre otras cosas porqué escribo por placer (lo cual no quiere decir que no pueda ponerme muy en serio a trabajar) y por una necesidad de comunicación con las personas y el cosmos.
Como punto y aparte me gusta dar constancia del agradecimiento que siento por las enseñanzas de los demás en cualquier aspecto, ya que creo que lo aportado por otros se refleja, queramos o no, en lo que se hace o expresa, lo único que “inventamos” algunos colores o formas distintas de transmitirlo que con una mezcla de suerte, sinceridad y valentía (según el nivel de riesgo empleado o la inspiración del momento) puede ensanchar la manera de decir o lo dicho hasta este momento.
Para mi ser consciente de los límites, lejos de desanimarme, me motiva por el hecho de presentir que nada es abastado por completo en el sentido de su comprensión absoluta y mucho menos, el misterio o lo desconocido que veo intrínseco en casi todo. En cambio, el deseo de conocerlo o descubrirlo me parece fantástico, por un lado y un derecho por el otro.
Cuando se define se acorta y encierra, cuando se imagina se alarga y ensancha. Partiendo de esta premisa en la que creo como un credo, no me cierro a ningún tipo de escritura y si tuviera que definir de algún modo mi obra diría que es una especie de poemario que trata de resaltar lo atractivo del mundo, aunque sea dramático. O, dicho de otro modo, que parte de la sospecha que en todo lo bello hay luz y oscuridad, luces y sombras que se solapan y necesitan sin saber, además, dónde empiezan o terminan las unas y las otras. Incluso en lo que no comprendemos o no aceptamos se sucede esta dialéctica, este atractivo embrollo.
Resultado de esta percepción mía es una serie de pequeñas narraciones parecidas a poemas, algunos relatos cortos un poco poetizados y algún diálogo.
Si tuvieras que definir, brevemente, los propósitos de tu trabajo ¿qué dirías?
La primera vez que escribí de forma un tanto poética fue a raíz de una salida de sol sobre el mar, yo iba en tren y fue tal la impresión de lo que vi que sentí la necesidad de expresarlo en palabras, sabiendo a la vez que no podía dar absoluta fe de aquel espectáculo inmenso. Cogí un trozo de papel, un bolígrafo y me puse a escribir un corto poema, eran tales los numerosos colores que aparecían a mi vista que supe que el paraíso era muy variado y para nada aburrido, supe que hay sensaciones arrebatadoras que transportan a un lugar que no es el acostumbrado, pero no por ello menos real.
Por lo tanto, soy del parecer que es la naturaleza y en su conjunto el cosmos el que nos propone algo especial que no sé definir, algo que invita a una percepción o comunión más amplia con él y con todas las criaturas que lo circundan. En ciertos momentos se establece un contacto más íntimo con lo que nos envuelve y me parece bello expresarlo. Así pues, más bien es algo que sucede fuera lo que me propone escribir, aunque el acto en si parta del interior.
De todos modos, si se puede llamar propósitos a lo que me impulsa, añadiría a lo anterior: ganas de comunicar, necesidad de expresarme, de contar o narrar sensaciones, experiencias, de materializar o simbolizar lo que veo o escucho de los demás para dar fe y testimonio de la existencia de sucesos o cosas no productivas, pero imprescindibles, bellas y sublimes, con el objetivo, a la vez, de otorgar un sentido (que puede ser plural) o explicar con algo más de amplitud la naturaleza visible y la invisible o menos captable. Como si fuese lo de fuera lo que habla a través de algo interior para hacerse presente y transcender la mediocridad o simpleza de lo cotidiano.
Para mi leer o escribir sería, entre muchas otras cosas, un camino inacabable de aprendizaje, de experimentación de cosas o hechos nuevos que se da en soledad, pero en el que intervienen un gran número de personas, animales y otros elementos naturales no menos importantes. Estar en el mundo es estar en orfandad y duele menos si se es capaz de convertir esto en arte o en pensamiento emancipador y constructivamente crítico al mismo tiempo. Quizás, en el fondo, se busque la coparticipación con el objetivo añadido de acompañar y sentirse acompañado, es decir que se desee ser leído y en cierto modo comprendido. Vamos que no se escribe sólo para uno, esto sería un monólogo, moriría aquí y la escritura es vida o una forma de vida.
¿Te gustaría publicar un libro?
Desde luego publicar siempre es un estímulo y una gratificación. Aunque al principio de escribir no me lo planteaba puesto que lo veía lejano o irreal, a medida que he ido haciendo cosas y las he dado a leer a amigos y conocidos, he observado a menudo que les gustaba, a la vez que algunos de ellos me sugerían su publicación. De este modo me lo he ido planteando más en serio, sería como darle un poco de utilidad a los pensamientos o ideas que trato de plasmar, como una bonita e interesante parada en medio del camino. Los posibles lectores pueden ayudar con sus críticas, preferencias o comentarios a mejorar o a recobrar el entusiasmo por continuar, en estos tiempos tan difíciles, especiales o de cambio.
Háblanos de la obra que estés escribiendo en estos momentos y dinos si recibes mensajes de agradecimiento
Los poemas que escribo tratan sobre todo tipo de temas, algunas veces en forma de pequeñas narraciones. Los familiares, amigos y conocidos me animan mucho a continuar pues, a menudo me felicitan o, simplemente, me hacen saber que disfrutan y les gusta leer lo que les envío. Alguna vez me han dicho: “no dejes nunca de escribir” esto significa mucho para mí. Del mismo modo que hace varios años un alumno me dijo: “señorita usted lo quiere todo”, es el piropo más bonito que me han podido decir.
Actualmente estoy trabajando en un cuento en el que habrá algo de misterio, aventuras y varias sorpresas, aunque nunca dejo de lado el libro de poemas.
¿Es fácil ser escritor/a?
Cuando antes hablaba de descubrir el propio talento y poder desarrollarlo lo decía en el sentido de algo que considero natural y perfectamente posible en cualquier persona. Soy del parecer que no hay oficios o profesiones superiores a otras, quizás si estableciese una diferencia sería la de reconocer que hay trabajos más cansados, duros o agotadores. Todo lo que se hace puede ser “divino” si se hace conscientemente con amor, conocimiento, agrado y dedicación. Por lo tanto, escribir exige como en casi todos los trabajos una preparación, unos conocimientos, dedicación y renuncia a algunas cosas. Es, según mi punto de vista, un esfuerzo que no se nota mucho si se hace, placenteramente.
El hecho en si de escribir es un poco sorprendente, algunas veces se está más “inspirado” que otras y salen las palabras con facilidad, en otros momentos cuesta más, en ambos casos hay que ir con cuidado pues, ni en un modo ni en el otro, hay garantía absoluta de que lo expresado merezca la pena o sea bello. Esta supuesta inseguridad me atrae pues obliga a seguir buscando, investigando o jugando con el fin de “acertar”. Acertar sería como realzar con palabras la esencia de las cosas, a mi siempre me gustaría ser aficionada a la escritura, mejor dicho, creo que es lo que soy.
¿Qué les dirías a las personas o artistas que desean crear algo y se sienten bloqueados?
Me gusta la pregunta, no me había planteado orientar en este sentido ni tengo claro qué les diría. Pienso que a cada persona le puede funcionar una cosa distinta. En todo caso intuyo que va bien saber esperar, lo que tenga que suceder sucederá, se sabrá porque de algún modo se tiene la atención (como una antena) predispuesta a la escritura o a otro tipo de arte.
Algunas veces he leído de personas muy sabias que se confunde hacer con ser, lo cual hace que el tiempo discurra demasiado aprisa por el hecho de perder parte de la densidad de la vida, la burocracia excesiva es un ejemplo de ello ya que obliga a perder el tiempo (aunque se auto justifique) o llenarlo de cosas que no son las que realmente nos estimulan. Así pues, visitar algún lugar hermoso, asistir a conferencias, escuchar música quizás pueda ayudar, las lecturas, por supuesto, todo puede inspirar. Ahora he caído en la cuenta sobre lo que dice Platón de que “aprender es sólo recordar” quizás pueda servirnos, como de alguna manera todo existe ya, si se está abierto aparecerá o se nos ocurrirá. Dejar fluir es lo mejor, incluso un pequeño detalle puede originar una idea o pensamiento para reflejar. Considerando que todo es sagrado o sublime, se puede hacer arte de cualquier ser o cosa. Así al menos es como lo veo yo.
Y por supuesto tener paciencia y no temer a los momentos en blanco, descansar y volver con ganas a ello. Me parece que uno recibe “avisos”, en sentido metafórico y sabe cuando y como continuar, incluso se puede estar en un proyecto y empezar uno nuevo, con calma (difícil en estos tiempos) se abren muchas posibilidades. Eso es lo que se me ocurre, por ahora.
¿Si tuvieras que elegir una palabra que te definiera, cuál sería?
Indefinible
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